EL HABITO NO HACE AL MONJE...PERO LO IDENTIFICA

  Vestir con elegancia no significa “Gastar un dineral en vestirse”. Tampoco la pobreza ni las limitaciones económicas son una excusa para que falte el buen gusto, la delicadeza y la elegancia; y no necesariamente hay que vestirse a la última moda para mostrar una imagen presentable.

  El primer hombre, colocado en el Edén, fue creado desnudo y no se avergonzaba. Pero desde el mismo momento en que comenzó a cubrirse con hojas,- como dice la palabra de Dios en Génesis 3:7 “Y fueron abiertos los ojos de entre ambos, y conocieron que estaban desnudo: entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” - empezó a esconder y alterar su verdadera imagen y personalidad. Hoy, el hombre sigue naciendo desnudo, pero a partir del momento que nace empieza a vestirse y las ropas que lo cubren exponen su sexo y su condición social.


  A medida que el hombre crece, se va vistiendo conforme a unos patrones que le impone la sociedad según sea su clase social, sus posibilidades económicas y muchas veces su profesión. Cada cual debe ir vestido como lo que es. Un médico no trabaja vestido de pelotero, ni un basquetbolista juega vestido de militar, ni una mujer va en bikini a la oficina.

  El vestido y sus accesorios son instrumentos muy útiles para mejorar la apariencia física y disimular los defectos del cuerpo. Las personas que no fueron agraciadas con un bonito cuerpo, van en cierta desventaja, pero si encima se añaden fealdad, la cosa se pone peor. Conocí una persona que parece que cuando nació la naturaleza estaba de vacaciones, era una desafortunada de la belleza. Si alguien le hubiera aplicado la teoría de “la cara es el espejo del alma”, hubiera cometido una  injusticia, ya que era la bondad  y la simpatía personificadas. El problema era que su forma de arreglarse el pelo le añadía fealdad, y para rematar, ¡se vestía horrible! haciendo que se viera más fea.

  Siempre es conveniente saber elegir nuestro vestuario, ya que influye en nuestro comportamiento y nuestro proceder. Saber vestir adecuadamente requiere un conocimiento total de su personalidad. Si tenemos una noción clara y definida de nuestra personalidad, podemos plantearnos como queremos vestirnos de acuerdo a cada ocasión. Hay personas que tienen mucha dificultad al momento de elegir un vestuario. Una identidad confusa o tener sus objetivos  equivocados, le creara un problema diario en el momento de vestirse. Conocer nuestros objetivos y nuestras limitaciones, nos facilitara el elegir la ropa y los complementos que resulten más adecuados a nuestro tipo de trabajo. 

“El habito no hace al monje...pero lo identifica. Un buen monje con un buen habito, es un gran monje”

  Usted se ha preguntado ¿porque en la calle cuando nos aborda una persona mal vestida, tratamos de evitarla? Por eso mismo, porque va mal vestida. Para finalizar, debemos hacer hincapié en esto: vestir bien no quiere decir vestir a la moda, sino vestir con dignidad. Puedes tener un solo traje y un solo par de zapatos, pero esto no implica que el traje no tenga que estar planchado y los zapatos bien lustrados. Vista con modestia, pero vista con elegancia.

¡Shalom!  

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