LA CAMARA DEL SILENCIO
¿Usted se ha dado cuenta que nadie habla en los ascensores?
Hace unos meses, un amigo me invito a una reunión de negocios en el Citi ubicado en los últimos pisos de Plaza Acrópolis. El motivo de la invitación (para mi asombro) es porque mi amigo tiene Agorafobia y no hay quien lo haga subir solo a un ascensor.
Acepte la invitación, no con mucho agrado, pues no entendía como un empresario que ha viajado tanto, le podía tener miedo a subir a un elevador.
Llegamos a la plaza a las 8:50 am. Cuando
estábamos frente al ascensor, que por casualidad o como si hubieran publicado en las noticias el problema de mi
amigo y que esa mañana estaría allí, se aglomeraron con 40 personas para subir.
Siendo las 9
am, una pareja de jóvenes, colocados a
un lado, comenzaron a dar unas prácticas visuales de como un hombre debe
demostrarle su amor una mujer en público. Otra pareja,
casi dándose golpes, ella le gritaba: No, ya no aguanto más a tu mama, me tiene
haaaarta, hoy tú decides…otras personas conversaban animadamente mientras otros callados observaban todo a su alrededor .
Cuando las
puertas metálicas se abrieron, hubo un silencio total…Entramos todos los que
pudimos, no sin antes, una señora mayor-bien dotada de aquello donde la espalda
pierde su respetable nombre-, darle un tremendo empujón a un señor que parecía
gemelo de boca e’ piano. Fue tal el golpe, que todos nos reímos de impotencia
ante el descomunal abuso.
¡Entramos todos
callados! ¿Y yo preguntándome? ¿Por qué dejaron de hablar? Cuál es el misterio que
envuelve el ascensor que hace que cualquiera deje de hablar en el instante que
se abren o se cierran las puertas. Miraba a mi amigo, sudoroso, con las dos
manos juntas agarrándose el pecho y mirando hacia arriba como si estuviera
orando pidiendo clemencia. Los demás estaban serenos mirando fijamente la
pantalla.
No pude
contenerme, y como buen conversador que soy, le dije a mi amigo en voz alta y
llegando al piso 10: ¡TRANQUILO! ¡LO ÚNICO QUE PUEDE PASAR ES QUE SE VAYA LA
LUZ Y LA PLANTA ESTE DAÑADA! Todos me miraron con cara de asco… me di cuenta en
ese momento, que hay chistes que no se pueden hacer en ciertos lugares.
En el piso
10 todos salieron, algunos cortándome los ojos y otros parece que hablaban en lenguas
porque no los entendía. ¡Mi amigo fue el único que se quedó!- cosa que le
agradezco, pues fueron los 30 segundos de mayor vergüenza que he vivido-.Aunque,
desde entonces, nunca más me ha vuelto a invitar a subir un ascensor.
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