JESUS DE NAZARET: Un equilibrio entre la soledad y la comunión
Jesús de Nazaret con su ejemplo, revela dos dimensiones esenciales de nuestra existencia: el ser interior, cultivado en la soledad, y el ser exterior, expresado en la interacción con los demás.
Jesús buscaba momentos de retiro, no para huir de la gente, sino para fortalecerse espiritualmente y renovar su conexión con el Padre. En esos instantes de soledad, a través de la introspección, Jesús alimentaba su luz interior, encontrando paz, claridad y propósito.
Sin embargo, su vida no estaba marcada por la soledad. Al contrario, Jesús dedicaba la mayor parte de su tiempo a estar con las personas, enseñando, sanándolas y compartiendo su mensaje de amor.
Por eso debemos ver su comunión como una extensión natural de su ser interior fortalecido. Su luz interior, cultivada en la soledad, brillaba más intensamente al compartirla con los demás.
La armonía entre ambos aspectos nos ofrece una lección fundamental:
- La soledad nos invita a reflexionar, a crecer espiritualmente y a renovarnos.
- La comunión nos desafía a poner en práctica esa transformación interior para servir, inspirar y amar.
Así, el ejemplo de Jesús nos enseña que nuestra luz más pura nace en lo privado, pero alcanza su plenitud en lo compartido.
SHALOM
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